La mentira avanzaba por tu cabeza en dirección a tu oreja y no podías preguntarme cómo. Parecido como a un susto en la ruta a la noche. Igual yo te entendía en silencio. En silencio y sentado en la silla de madera. Observándote observarme en silencio. Mientras tanto la mentira seguía subiendo por tu boca silenciosa en dirección a tu oreja. Y lo peor fue que me creíste
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