domingo, 28 de marzo de 2010

El lobo entra en la casa. Se saca las plumas, una por una, como si fuese un simpático ritual. Devora higos y empanadas. Discute con las paredes. Duerme y despierta, por lo menos tres veces. Se siente en casa. Llega el cazador, encuentra al lobo en la terraza, este lo abraza cariñoso, el cazador lo apuñala en el pecho. Fin

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