jueves, 26 de agosto de 2010

Quemen la nave, todos gritamos al mismo tiempo. El capitán triste y resignado se sentó en una silla y dejo de coquetear con su mate. Al verlo todos nos sentimos un poco culpables por haber matado a su esposa e hijos, pero bueno, cosas que pasan. Luego de la pausa, todos los carteles fueron removidos y los niños entre nosotros gritaban revolución, revolución. Hubo una noche de fiesta y una noche de cenas. La pasamos bien, después diremos cuando seamos abuelas. Pero en el cuarto día vimos las paredes desnudas y vacías, y había algunos que sabían pintar, pero entonces no se les ocurría nada. Muchos sabían manejar la nave, pero preferían que lo haga alguien con experiencia. Con los gorros en las manos le servimos un mate al capitán y nos volvimos a nuestras cámaras.

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