lunes, 8 de noviembre de 2010

El sombrero tenia dientes en el agujero.

Al cerrar el negocio, todos los farmacéuticos comenzaron a desnudarse. La sensación de peligro parecida al susto o a diferentes vértigos en el cuerpo. Si saltamos nos morimos. Con esas cosas no se joden, dijiste enojada y te hice caso. Los farmacéuticos adentro seguían con la suya. Cojiendo atrás de anaqueles y revistas. Ya era de noche en Mataderos y empezaba a tener miedo. Y vos ya no estabas. Los farmacéuticos bañados en baba y todos sus pelos desteñidos. Casi todos se acercaron a la ventana y me miraron con sus ojos dorados. Ojos como terribles castillos abandonados. Esta bien Tomas –me decía mientras caminaba lentamente hacia el auto destartalado- si este es el fin trata de pensar en una cerveza o en flan con crema. Pero la reja se abrió y trate de escapar pero ellos eran muchos. Nadie puede decir que pude hacer algo para evitarlo. Ni se molestaron en meterme al negocio. Una herida abierta en el medio de la panza y los farmacéuticos metiéndose a toneladas.

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