sábado, 24 de julio de 2010

Hay una razón por la cual el subte esta cerrado de noche.
Hay una razón por la cual no se bajan las escaleras cuando se tapa el sol.

Estoy como si estuviese entrando en tu boca en este momento, y esta fuera un enorme parque con barrancas y algunos juegos para chicos y muchísimos, muchísimos árboles pero que acá no se llaman así, sino que tienen otro nombre. Y todo esta oscuro y miro para arriba y el cielo, el techo, tu paladar, es una lejana llanura con lomas, y cerca del horizonte, están colgados los templos de hueso, tus dientes, que son enormes. Y la tierra tiembla, y sube y baja y es todo un terremoto, y yo salto y caigo en la tormenta del parque, en la tormenta de tu lengua que se mueve. Y me acuesto en el piso, y tu lengua es una cama elástica y se que esto va a terminar mal, que voy a terminar sin orgullo, sin sano pre-juicio, sin piernas y sin brazos. Me cuesta quedarme en el piso, acostado, ante el desastre pero bueno, (creo) no depende de mi que todo pare. Sin dejar de estar acostado, camino por centenares de horas y finalmente llego al puente de la punta de tu lengua y poco a poco vuelvo a mi boca de vuelta. Pienso en la nada mientras cruzo el puente. La gran casa esta húmeda y huele mal, pero volver a casa es volver a casa.

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